Antes de quedarse dormido, TAETON pudo
contemplar de nuevo las "incombustibles llamas" de la milagrosa bola
de fuego flotando lentamente hasta quedarse posada sobre la Peña Etxaurren en lo más alto del Monte Perigaña.
Otros tres días más tuvieron que emplear
para recorrer la distancia que todavía les separaba de su destino.
Vadearon las hoces de numerosos ríos;
recorrieron valles y atravesaron bosques de alisos, castaños y abedules. Se cruzaron con abubillas y cigüeñas blancas.
Charlaron con unos urogallos. Bordearon
vertiginosos tajos. Recorrieron estrechos desfiladeros y pasearon por plácidos
senderos. Treparon por escarpadas laderas y fueron dejando atrás impresionantes
formaciones cársticas.
Incluso tuvieron la suerte de contemplar de
cerca de la mística "EDELWEISS",
misteriosa flor de pétalos blancos como la nieve que solamente crece en los
lugares más altos e inaccesibles de las cumbres nevadas.
- Así pues, no es de extrañar - comentó
Lobo a Taeton - que la pureza de la "Edelweiss" sea usada como
símbolo de fortaleza,
adaptación y triunfo.
Era ya el sexto día de viaje cuándo por fin
empezaron a dejar cada vez más atrás las imponentes moles pétreas de las montañas.
Las fuertes líneas de inclinación
de las laderas se iban poco a poco suavizando.
Tampoco las montañas
estaban ya unas tan junto a las otras.
Los valles iban haciéndose
más anchos y dejaban ver las praderías y las majadas.
Caseríos
y entrañables cabañas - que servían de refugio estacional a los numerosos pastores
- también empezaban a dejarse ver aquí y
allá.
Sobrepasaron Lasía y Trueba,
cruzaron el "Portillo de la Lunada ", divisaron
"Pico Valnera" con sus 1.707 metros de altitud y desde lo alto del "Mirador de Covalrruyo"
empezaron a descender hacía el fondo del valle pudiendo contemplar a sus píes
la impresionante panorámica de las tierras que - regadas por seis ramales de agua - conformaban la grandiosa Vega del Río PAS.
Con los
últimos rayos de sol de la tarde se adentraron en una espesa arboleda.
Una ligera niebla de suaves
tonos verdes envolvía con su misterioso manto el Bosque de Hayas
confiriéndole un aspecto extrañamente melancólico.
Mágicos parecían también los nenúfares blancos que navegaban -
sosegadamente sobre los verdes flotadores de sus grandes hojas - sobre la
tranquila laguna que se formaba en el remanso de un arroyo.
Cuándo pararon para pernoctar, Taeton no
tardo en quedarse "dormido como una piedra" exhausto como se encontraba después de tan
arduo viaje...
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