La gran noche, Taeton junto con su familia
se sentó alrededor del círculo formado por las centelleantes llamas de las
innumerables hogueras que de nuevo coronaban la cumbre del Monte Anboto.
Desde allí, y en 360º a la redonda hasta
perderse en la lejanía, se veía el fuego de los miles de hogueras encendidas
por criaturas y seres que de este solemne modo daban gracias a OST, "el dios
del cielo" - el Padre Sol - que
con sus rayos daba calor y vida a la
Tierra , permitiendo que las semillas germinasen y dieran
lugar a las plantas, "base de la alimentación" de todas las criaturas
terrestres.
DONOSTI, nombre de una de sus
grandes ciudades, provenía precisamente de las antiguas palabras "don" (= señor) / "osti" (del cielo).
Por
derivación "DONNA" significa
"señora" y de ahí
"Madonna" hace mención a "Mi Señora".
Para tan importante celebración, Tía Cloelia
se había vestido con su mejor "saia", una especie
de túnica de lana con mangas hasta el codo. Casi todos calzaban unas rústicas “labarcas"
hechas de cuero sin curtir que -
atadas con cuerdas a los pies - les servían de protección.
El gran círculo estaba
presidido por la pareja más anciana a quienes llamaban "AMONA" (abuela - madre buena) y "AITON"
(abuelo - padre bueno).
A continuación de los
ancianos se sentaron las parejas de menos edad.
Estos se dirigían a ellos con
los apelativos de "AMÁ" (madre)
y "AITÁ" (padre).
A estos últimos coloquialmente
les llamaban también
"Amachu" y "Aitachu" respectivamente.
Los
"bertsolaris" (poetas) se sentaron dispersos por el círculo para
no perderse un detalle de la fiesta y así poderlo transcribir lo más fielmente posible a las futuras generaciones.
La gran mayoría de los asistentes llevaban
sus "txistus";
una especie de flauta hecha de caña.
Otros muchos portaban un extraño "tambor" en forma de triángulo
isósceles.
Sobre el triángulo, una cuerda tensada
sobre él, era golpeada por medio de un palillo fino, produciendo los enervantes
y marciales sonidos que acompañaban los espectaculares saltos de las
"dantzas" dedicadas al Sol y a la Luna.
Cuándo "ILARGIA" - la divinidad lunar - empezó a ascender por la
bóveda celeste luciendo su esplendoroso rostro de plata, el grupo de músicos
comenzó rítmicamente a golpear con mazas de madera el "txalaparta" hecho con
el tronco de un gran roble.
Un nutrido grupo de hombres y mujeres "unidos"
por pañuelos sujetos de dos de sus puntas, hicieron su entrada en el claro del
bosque y formando un corro empezaron a bailar.
Taetón era capaz de reconocer algunos de
los pasos de las diferentes danzas pero no todos, así que su primo Prixus le
hacía de "guía" comentándole bajito al oído todas las incidencias de
la fiesta.
- “Empiezan bailando "el arreski"; luego
bailarán "la
gizón" y a continuación "la soka".
Mientras su primo le hablaba, Taetón no
podía separar los ojos de los ágiles "dantzaris" que tan hábilmente
ejecutaban las difíciles filigranas
de sus pasos de danza.
Eran gráciles y ligeros – igual que los
antiguos cretenses cuando saltaban por encima del toro - mientras ejecutaban
sus cabriolas o daban grandes saltos en el aire. Luego graciosamente y sin
perder el equilibrio se dejaban caer flexionando
elegantemente sus tobillos y rodillas.
Las mujeres se movían haciendo increíbles
contorsiones. Con ambos pies anclados en el suelo - el derecho ligeramente
adelantado - se echaban hacia atrás arqueando
sus finas cinturas y, manteniendo el
equilibrio con sus brazos abiertos en forma de cruz, se iban meciendo
lentamente hasta llegar a tocar el suelo con su frente.
Entonces forzaban al máximo su contorsión y
doblaban en un increíble arco el cuello y - una vez depositados sus besos sobre la tierra - lentamente se
desenroscaban hasta llegar a estar totalmente de píe.
A continuación, levantando los brazos en alto, juntaban las palmas de las manos e
inclinándose graciosamente hacia delante, tocaban con las puntas de los dedos
el suelo delante de ellas mientras mantenían tensas sus piernas.
Después de un rato los
"dantzaris" concluyeron sus danzas y saludando cortésmente se
retiraron.
- “Ahora
veremos a los korrikalares" -
cuchicheó Prixus al oído de Taetón.
Taetón no sabía exactamente que significaba
aquella palabra, así que se recolocó un poco para adoptar una postura más
cómoda y sujetando su cara entre las palmas de las manos, apoyó los codos sobre
sus rodillas y se dispuso a no perder detalle alguno.
La exhibición de FUERZA dio comienzo con la llegada de los "korriculares"
que venían de haber recorrido cuarenta kilómetros a pie.
Su constitución física era extraordinaria y
poseían una energía fuera de lo común.
Era gente
fuerte, anchos de hombros y con temple
de acero.
Observarles mientras acarreaban grandes peñascos de
roca o levantaban
enormes piedras - talladas con formas
esféricas, cilíndricas, cúbicas o paralelepípedas - era como estar
contemplando los alardes de fuerza de los antiguos Titanes de la mitología clásica.
Tras ellos
aparecieron "los aizcolaris"
para ejecutar "la jarrijasoketa".
Esta prueba consiste en el levantamiento de
enormes piedras hasta la altura de
los hombros una y otra vez dentro de un espacio marcado de tiempo.
Otro grupo participó en la "gizon
proba" que consistía en ver quién arrastraba la piedra más grande alrededor de la improvisada pista
de actuaciones.
También hubo
demostraciones de corte de gruesos
troncos de árbol.
Luego "arrastre de piedras" por
yuntas tiradas de potentes bueyes -
"la ididema proba"-, para terminar con "la sokatira" que era una competición de "tira de
cuerda" por dos diferentes bandos.
Tan pronto como concluyeron las
demostraciones de fuerza, la gente allí reunida empezó a hacer sonar "las albokas" - un tipo de
trompa hecha con un cuerno hueco de TORO.
A este sonido se unió él de las trompas de
decenas de "caracolas
de mar" a través de las cuáles expertos jóvenes las hacían
sonar con el aíre de sus potentes pulmones.
Tambores y timbales empezaron a sonar y la
animación de los "dantzaris" fue paulatinamente aumentando mientras
haciendo "trenzas" en el aire ejecutaban ágilmente los pasos de "la azeri
dantza".
Taetón miraba todo con ojos sorprendidos
pero realmente lo que más le fascinó fue presenciar - como broche final de la
fiesta - "La Ezpatadantzak "
ejecutada magistralmente por un grupo de más de cuarenta hombres bailando con largas
espadas en sus manos.
Para poder verlos mejor, Taetón y Prixus,
se encaramaron a las ramas de un árbol cercano.
Desde lo alto pudieron observar mejor las
magistrales "formas y figuras" que hacían con sus espadas
cruzadas.
Unas veces
parecían querer imitar a "los pétalos de una flor" ...
otras veces su
movimiento se asemejaba a "las
plumas de un ave alzando vuelo".
La danza era
impresionantemente bella y majestuosa.
Después sobre un estrecho tablón de madera
- aguantado a hombros de ocho mozos - un "dantzari" ejecutó los
también difíciles pasos de "la kasarranka".
De vuelta a casa, el fuego de las ramas de
álamo ardiendo todavía en las hogueras de Pico Aitzgori al sur, y de GERNIKA
y Punta Isarría
al norte, parecían tintineantes "estrellas rojas" enmarcadas contra
el azul añil del bello cielo estival.
Amanecía ya cuándo Taetn y su
familia llegaron a casa
guiados por "los
basajaunak" ó "señores del
bosque".
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